La ceremonia del relámpago (V)

Tres historias con un elemento en común: la penitencia.

Clemens ha sido sentenciado a morir, pero sus últimas horas transcurren junto al dulce recuerdo casi etéreo de sus vecinos Dionne y Hellike, quienes son, probablemente, los dos únicos amigos que le quedan. El día señalado, el día del solsticio, es el punto de enlace entre el pasado, el presente y el futuro de un pueblo a orillas del mar, donde los hechos suceden y dejan de suceder sin explicación aparente, aunque Clemens y cada una de las personas sumergidas en el alborozo de la primavera pronto llegarán a comprender que hacen parte de la misma ceremonia interminable sin saberlo.

Por otro lado, Vincent ha sido declarado culpable en un juicio donde nunca hubo juez ni jurado, y él, en su condición de acusado, solo descubrirá la naturaleza de su castigo cuando se vea inevitablemente atrapado en una prisión surrealista. Una prisión solo reservada para los culpables de alta traición.

Finalmente, en medio de la agonía del licor y la amnesia, Drazen revive el camino de la desesperanza una y otra vez ante la presencia de lo que podría ser un asesinato clandestino. Alrededor, la evidencia se desploma por propia voluntad y quienes podrían ser sospechosos del crimen son igualmente sospechosos de ser demasiado inocentes, como piezas de ajedrez al azar en un tablero abandonado a su suerte. Encontrar al responsable no solo será cuestión de perseverancia y valentía porque la verdad pareciera ser siempre parte de una conspiración con aspecto de paradoja.